¿A DÓNDE NOS CONDUCE LA GRACIA DE DIOS? (Parte II )
Leamos Efesios 4:1-3 “…les ruego que vivan como deben vivir quienes, como ustedes, han sido llamados a formar parte del pueblo de Dios. 2 Sean humildes, AMABLES…”
Para poder comprender claramente que significa ser amable, debemos descubrir primero que es la amabilidad.
Los Diccionarios, Español, Mundo Hispano y Perspicacia definen a la palabra amabilidad como la acción de ser afable, simpático, cariñoso, dócil, humilde, equilibrado, afectuoso o digno de ser amado, fácil de amar. Comprende, no exigir los derechos propios, es decir, ser pacificador y demostrar dominio propio. Lo que indica que el ser amable, estotalmente opuesto al trato áspero o rudo. “Por su naturaleza, está muy relacionada con la humildad y la mansedumbre.”
Por lo tanto, ser amable:
Describe un aspecto de la presencia del Espíritu Santo en la vida de alguien.
Por su naturaleza, está muy relacionada con la humildad y la mansedumbre. Ejemplos: Jesucristo, Moisés, de este último se dijo que su hablar era comparable a “suaves lluvias sobre la hierba”. (Deuteronomio 32:2).
Por otro lado, el diccionario Bíblico W.E. Vine, dice a cerca de esta palabra que fue frecuentemente usada por los escritores griegos, para caracterizar a una nodriza con niños difíciles, o a un maestro con alumnos poco aplicados, o a padres hacia sus hijos. (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, 1984, vol. 1, pág. 86.)
Amable NO significa ser débil, todo lo contrario, es tener firmeza, dominio propio en el trato cotidiano con otros, con el fin de calmar emociones adversas tanto personales como ajenas, sin herir los sentimientos de nadie.
Tiene un efecto unificador. Conduce a la paz.
Procura la edificación espiritual de otros. Recordemos que la dureza, la insensibilidad y la grosería, son actitudes que ahuyentan, hieren y dividen, pero la amabilidad, atrae, sana y unifica.
La Biblia nos dice también en 2 Timoteo 2:24 que: “El siervo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable [gr. e·pi·on] para con todos”.
Como podemos ver, la amabilidad para que sea genuina, tiene que venir del Espíritu, pues la acción de ser amable, no solamente radica en usar bonitas palabras, gestos y buenos modales, sino mas bien en transmitir, expresar lo que llevamos dentro. Es el aroma que se desprende de una comunión íntima con nuestro Hacedor.
En conclusión, la gracia de Dios nos conduce a una vida, donde el ser amables, esto es cariñosos, firmes, pacíficos, conciliadores, etc., es una de las evidencias de la presencia del Espíritu Santo en la persona.